martes, 28 de octubre de 2014

Doñas perfectas: Daphne Javitch

Internet está haciendo mucho daño. Lo digo en serio. Y no hablo de que los digitales estén matando el papel, ni de los peligros del big data ni de nuestro desamparo ante las redes sociales y esa nube que nadie entiende. 

Lo peor de todo en internet son esas jodidas doñas perfectas que viven en Nueva York, Londres y París.

Pensadlo, sin internet no sabríamos quién cojones son, viviríamos felices en nuestra inconsciencia, tan campantes con nuestra imperfección y paletismo. Sólo desearíamos parecernos a las modelos y estrellas de cine, que son un sueño, de otro planeta, y una no pierde tiempo ni esfuerzos en intentar parecerse a alguien que desaparece con el despertar. 

Pero internet nos ha arruinado la vida.

Nos ha jodido de mala manera.



Ahora aunque vivamos en un pueblucho de mala muerte, en una provincia sin más alma que la de un cochinillo caliente, sabemos quiénes cojones son Daphne Javitch y el resto de doñas perfectas de las que ya iremos hablando.


Por eso internet es una GRAN putada. Y las doñas perfectas unas cabronas de mucho cuidado.

Esperad un momento que voy a morirme un rato del asco y de la envidia.

Yo no quiero saber quiénes son, intento huir de ellas como de una vara verde, pero internet se empeña en restregármelas a ellas y a su insoportable perfección.

Vamos por partes, hablemos un poco de la hoy, Daphne Javitch, una petarda que vive en un piso asquerosamente perfecto en el Soho de NYC, del que podéis ver por internet -una vez más, puta internet- hasta el último e insignificante y siempre perfecto rincón de mierda.


Además del piso perfecto, tiene un marido que está muy bueno, con el que se casó hace poco en una boda insufriblemente perfecta y relajada -de la que por internet podéis ver también fotografías de hasta el último pedo que se tiró el último jodido invitado perfecto-.


Una boda, por cierto, en la que había dos tipos de invitadas:

-Las doñas perfectas  (de una de ellas ya hablaremos aquí otro día)
-Garance Doré.

Ay Garance, que de tan imperfecta que es ya empieza a caerme bien y, además, me solidarizo con su cara continua de "estoy realmente jodida desde que el enano me dejó". 


Daphne es tan jodidamente perfecta que sabe que lo mejor es no maquillarse ni peinarse el día de tu boda, poruqe si llevas dos vestidos -el segundo era en realidad una falda- como los que ella llevó, sobra cualquier mierda que te quieras poner encima. 


Creo que jamás he visto una novia que mole más que Daphne Javitch. Nunca. Punto. Hasta quiero volver a casarme para no maquillarme ni peinarme ni llevar sujetador. Que ya me diréis vosotras la tía petarda que se casa así, tan ideal y sin sostenes cuando ella tiene una firma precisamente de eso, de ropa interior (Ten Undies). Hay que ser asquerosamente perfecta, por dios. 



No lo puedo soportar.



Y que alguien me explique cómo coño puede vivir en ese piso del Soho neoyorquino haciendo bragas y sujetadores básicos... Vale que los venden en Barneys, pero ven-ga-ya. Nenas, que está tía no fabrica ni vende millones de bragas en serie!!! Que no lo entiendo, coño. Llamadme provinciana.


Mirando a Daphne y al resto de doñas perfectas veo que:

-Lo mejor es no arreglarse nunca o casi nunca. 

-Si te arreglas, no te maquilles ni te peines (aunque lo de la melena despeinada se le está yendo a más de una francesísima de las manos, desde aquí lo digo ya).

-La ropa que lleves tiene que ser lo más cara que te puedas permitir. 

-Las telas acrílicas huelen a pueblo, a cochinillo y a polígono. Huelen a Mari.

-Ser la más guapa de la fiesta, de la cena o del local es francamente difícil. No te confíes a eso, ni lo intentes. Intentarlo es de paletas. Las doñas perfectas no quieren ser las más guapas, quieren ser las más cool. 

-Mejor lo clásico que lo moderno.

-Viva los 501.

-Intelectualidad o morir.




Y ahora me voy un rato a cortar las venas.

Un beso a todas.

Lula P.