jueves, 28 de mayo de 2015

Qué mono

A veces me doy mucha rabia a mí misma. Sobre todo por dos puntos imprescindibles en la vida de toda mujer elevada y que están completamente ausentes en la mía: la música y el arte.

Me gustaría saber tocar la guitarra, el piano y el violín, pero mi desinterés por la música llega a tal punto que ni la escucho.

Lo sé, es algo imperdonable, muy de troyana, pero es lo que hay. 

Cuando era jovencita sí escuchaba alguna cosa, pero ahora... Ahora rara vez me verás poniendo música en casa solo por el placer de disfrutar de ella en mi intimidad. 

No lo hago, casi no escucho música porque con los años ha anidado en mí un gran anhelo por el silencio (ojito, anidar, anhelo y silencio en una misma frase, ojito, PALABRAZAS, ojito, ojito... que como nadie me frene acabaré hablando de Balzac y llenando mi casa de petunias).

Tanto busco el silencio que la música acaba pareciéndome ruido.

Con el arte, tres cuartos de lo mismo. No tengo ni puta idea de arte. Yo veo arte y, si me gusta, pienso "qué mono!". Lo pienso, nenas, no lo digo, que una tiene su pudor y el troyanismo se sufre en silencio.

Yo veo esto de Judith Geher-Lang y pienso quemonos todo el rato:



Judith es una artista canadiense de Toronto que se cabrea mucho si la gente utiliza en Internet imágenes de sus obras sin citar que son ella, así que...

Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang, Judith Geher-Lang.


Con Jarek Puczel pienso "qué-mo-no", así, a cámara lenta. 


Yo lo miro y me impacto y siento cosas raras en la caja torácica. Pero la troyana no se achanta: "qué-mooo-noo".


Y ojo con la maravilla que hace Sean Yoro, de nombre artístico HULA.


Nenas, queeeeeeeeeeee moooooooooonooooooooo!


Este chico nació en Hawai, en la isla de Oahu, y tiene a media Nueva York embobada con esos increíbles murales que pinta en edificios abandonados mientras desafía al equilibrio sobre una tabla de surf. 

Además de murales, también hace retratos sobre pedazos de (perdón por la repetición) tablas de surf. 


Todos son rostros de mujer.

Un beso a todas. 

Lula P. 





viernes, 22 de mayo de 2015

Los 80 son una mala idea


El ser humano olvidó el buen gusto el 31 de diciembre de 1979.

Con los 80 empezaron décadas de desvarío, de descontrol, de a ver quién la tiene más larga y se pone la ropa más extravagante, más fea, más desubicada.



Es un alivio ver que esta temporada se llevan los 70, pero todos estos revivals absurdos que se inventan las casas de moda (y las redactoras aburridas y/o desesperadas por temas) no arreglan el hecho de que aquel año, 1980, olvidamos el buen gusto, nos despojamos conscientemente de él en nuestra sed de novedad y modernez y nunca más lo recuperamos.



Nenas, vestirse de arriba abajo como tu tía fue a tu primera comunión en 1985 es una idea terrible. No está bien hacer eso.

Mírate al espejo, alma de cántaro. No estás cool, no eres moderna. Vas disfrazada.

El pasado está ahí para reinterpretarlo. Puedes salpicar tu armario de prendas ochenteras, eso está bien, pero no te las pongas todas juntas o acabaremos cantando ‘Mi amigo Félix’.



Vestir cien por cien 80’s sólo está bien si estás tan buena como Keri Russell en The Americans, si tienes su pelazo y su culazo.



Sí nenas, pelazo. Felicity en el siglo XXI tiene PE-LA-ZO!

Es inaudito, lo sé.

Cuando la vi se me congeló la sangre de la sorpresa tan grande que me llevé. Joder, esa tia sinsal se cargó una serie ella solita cuando en los 90 se rapó aquella melena rizada que tenía (algo que cada vez que lo pienso me parece más maravilloso, por cierto).



No os recomiendo esta serie, es tan regulera que acabo durmiéndome en la mitad de cada capítulo. Pero Keri, esa mujer a la que ninguna jamás nos hemos querido parecer, está cañona en ella.



La ves ahí, de espía rusa infiltrada en el american way of life, y hasta dudas y piensas que quizá estás equivocada, que quizá los 80 sí fueron una buena idea… que, joder, le quedan bien hasta los jerséis de lana-que-pica. 



Le queda bien el ante marrón, cojones.


 





Hasta una chupa de cuero granate?! Wait…



Tú te pones los momjeans (neologismo ridículo donde los haya) y te crees que molas, pero no, ya te he dicho que estás fea y absurda.

Pero Keri, troncas, se los puede poner con un (atención) BODY celeste y estaría bien en los 80 y hasta en 2030. Tú NO. 


Y yo TAMPOCO.


Lo veis, tiene culazo. Qué rabia me da.

 


Yo con The Americans me duermo, pero mataría a un bebé koala por llamarme Nina Sergeeva, ir a la Residentura y hablar assssí, con acento russssso todo el rato. 

Súper Nina (Ssssergeeeeva).


Eso me pasa a mí, que después de cada capítulo me tiro una hora como una retrasada mental y me creo que hablo russssso.

Pero no somos Keri, ni Vanessa ni Daphne ni Elsa. Y no voy a decir eso de que nosotras somos mujeres reales, porque a mí esa frase me pone muy nerviosa.

Claro que soy una mujer real, no hace falta que me lo recuerdes.

Si me pinchas, sangro.


Nenas, no somos Keri ni Vanessa, pero follamos con hamaqueros de Santa Pola, nos hartamos de Donetes y sabemos que una mala idea, siempre será una mala idea.

Hasta cuando se nos ocurra a nosotras. 


Un beso a todas

martes, 19 de mayo de 2015

¿Quién es Vanessa Prosser?

Esa chica tan mona que veis ahí abajo. Una veinteañera que vive en la Gold Coast australiana, ama de casa y madre de una bebé llamada Bambi.



Vanessa come mucha fruta y verdura (pero mucha, mucha) y tiene un novio surfero, Sean, padre de Bambi y la única carne que Vanessa se mete en la boca. 


Juntos protagonizan a diario la versión 2.1 del jodido Lago Azul.



Vanessa no tiene culo, tiene culazo, y six pax y pelazo. 



Cada mañana se levanta, da las gracias a God (ella es muy creyente y lee cada día la holly bible), prepara un batido de plátano y se va con su bebé a dar un paseito por su barrio, a saludar a los cangrejos y esas cosas que se hacen en el puto Lago Azul.

Luego se da un baño en la playa con su niña, que seguramente ya sabe bucear y cazar tiburones y calamares gigantes.



En un día normalito, vuelve a casa y, mientras Bambi echa la siesta, Vanessa lee la Biblia y empieza a hacer la comida sana sanísima que en su casa comen cada fucking day. 




Y tiene un novio surfero, os lo he dicho? 




Yo tengo debilidad por los surferos, de toda la vida. 

Yo veo un surfero y me entran unas ganas locas de quitarle todo el salitre a lametones.



Vanessa es íntima amiga de Loni Jane, la blogger australiana reina de las bananas (la tía loca dice que puede comer de 10 a 20 al día) que la lió parda en Instagram cuando documentó su alimentación durante su embarazo. 

Imagináos el percal, toda la peña cabreada con que esta perra no engorde ni preñada, que si te estás cargando a tu hijo, que si puta flaca, narcisista de mierda, irresponsable. 



Y luego va el niño y nace bello y perfecto y a las pocas semanas Loni publica foto de su vientre plano como la tabla de surf de su marido (acaso dudábais de que Loni copula también con un surfero?!). 



Una foto que rezuma irosalamierdas y que acompañó con declaraciones de divaza absoluta del universo vegano, del tipo: 

"Soy la prueba de que nos podemos embarazar sin convertirnos en ballenas".

Qué dolor.

Qué hijas de puta.







miércoles, 13 de mayo de 2015

La inflación y la tontería



¿Estamos locos o qué está pasando aquí?

¿Casi 200 euros por unas ibicencas? Anda, anda y pírate.


¿Casi 300 por unas menorquinas? ¿Pero qué historia es esta?


¿Os acordáis de la roba de llengos? Pues ahora los guiris se vuelven muy locos por ella y no veáis cómo está la inflación. Si antes ya era cara, ahora es un atraco malo.

Así que mejor apuntad este nombre, antes de que se den cuenta y empiecen a pedir un riñón por metro cuadrado: tela de bolic o mocador de bolic.


Mallorquina de toda la vida. Se usaban para envolver la merienda, los regalos, etc. Todas las abuelas de esta tierra mía dominan el arte de embolicar con esta tela maravillosa.

Son la versión mallorquina de los Furoshiki, solo que las japonesas son estampadas y de colores vivos. 

 

Los mocadors (pañuelos) de bolic no. Los de aquí son austeros, sin estridencias ni alardes, exactamente como el carácter de los isleños.

Yo tengo tres caminos de mesa y un delantal que me ha hecho por encargo una chica que cose como las diosas mediterráneas. Y, como dice una amada amiga, es todo ideaaaaal! 



Si hacéis una visita exprés a Palma, hay un forn (panadería) maravilloso que se llama Es Fornet de la Soca que ha hecho bolsas de tela de bolic. Creo que se pueden comprar allí mismo, posiblemente el souvenir más bonito que os podáis llevar de Mallorca. 

Y ya os aviso, querréis comeros la tienda entera. 

Besos a todas