Al servicio de la Reina Folclórica

Mi nombre es P., Sailor P. En el bautismo no elegí mi nombre de pila (ni yo ni nadie, claro); en las aguas blogueras, tampoco (eso ya es menos común). Como Bond, estoy al servicio de su Majestad, la Reina Folclórica, Lula, que me ha vestido con la americana de serpiente de Nicolas Cage. Que igual es divina, como dice ella, pero a mí me parece como de estrella del porno rumano.

La cuestión es que me ha arrastrado a su secreto en la red y ahora yo también soy un misterio de la adsl. Sólo vosotras sabéis que estoy aquí y espero que no me veáis como un intruso. Tengo tanta idea de moda como de fútbol. Poca, vamos. La que me enseña mi trabajo y la que aprendo de leer, ver y escuchar. Y como no hay mejor manera de desnudarse que decir cómo va uno vestido (al menos aquí), escribo con mis vaqueros desgastados que seguramente también tiene en su armario algún maestro de obras de los que se cuelgan el móvil en el cinto (no me abandonéis tras este dato, dadme una oportunidad porque la frase es al estilo lo que Raquel Bollo), una camisa de cuadros (siempre remangada, los puños abotonados me oprimen y hacen parecer formal) y unas botas marrones (jamás de cowboy) con más rozaduras que la entrepierna de Falete. La ropa y los zapatos nuevos sólo son para bodas, bautizos y comuniones. Mejor cuanto más vividos.

No me gusta vestir de naranja ni amarillo. Y como no tengo intención de presentarme a un casting de Macarras, chonis y viceversa, no creo que cambie de opinión. Lo sé, vosotras estáis muy guapas en verano, morenitas, con esos colores. Pero yo no me veo.

Soy un tipo dyc, sin complejos. Lo mismo devoro un Larsson que Cumbres Borrascosas. Lo mismo flipo con A dos metros bajo tierra que me siento a ver Gossip Girl si Lula me la recomienda. Y si no me gusta, pues ya lo discutimos. Pero como no estoy dispuesto a que me deje con la palabra en la boca hablándome de los modelitos de Serena y Blair, me aplico y voy a ver si pillo algo. Ya lo decía mi abuela, que el saber no ocupa lugar. Eso y “niño, plánchate los sacos de lino que te pones”.

A vosotras os confieso que tampoco tenía ni idea de quién era Watanabe, pero entré en una de las webs que sigue Lula, vi unas fotos, me gustaron y la dejé loca. Junya, tú tienes, en parte, la culpa de que esté aquí. Si algún día tengo un prostitublog, mándame una chaqueta, anda. Que me molan.

Y, aunque vaya como Lydia Bosch (¿qué queréis si se enamoraba de Emilio Aragón?) después de atracar el vestidor de Pitita Ridruejo, Elena Anaya siempre me parecerá la más guapa. Queda menos de un año para que gane el Goya por la peli de Almodóvar. Antes hablaremos de los Oscar, donde no estará Lady Foster, esa señora que para mí siempre será la doctora Ochoa, la mujer que le enseñó a toda España que decir “ya está, he acabado” en lo que se tarda en hojear el Cuore no es normal, sino eyaculación precoz.

Misión cumplida, her majesty. Nos vemos en la próxima misión.

Sailor P.

Post dato: pregunta a las lectoras: ¿cuánto importa la persona en una alfombra roja? ¿Pensaríais lo mismo de Elena Anaya que de la Bosch si se hubiese vestido como ella?

Pd1: Lula, no pasé del primer capítulo de Gossip Girl. ¿Debería volver a intentarlo?

Pd2: ¿Jubilo mis vaqueros o se los mando a Raquel Bollo para cuando vaya de romería?